De cazadores a científicos y conservacionistas del caimán en san Antero, Córdoba

Cocodrilo bebé

Popularmente se le conoce como caimán aguja, pero en sentido estricto es un cocodrilo. La mano que lo sostiene es la misma que construyó un nido artificial en la bahía, recogió y transportó el huevo siguiendo un complejo protocolo de traslado, lo puso en una incubadora a la temperatura óptima, estuvo pendiente de él por semanas hasta que eclosionó, y ahora se encargará de liberarlo y monitorear su desarrollo por los próximos años.

Lo más admirable de esta historia es que esa mano no pertenece a un biólogo experto en conservación de cocodrilos venido de afuera o algo por el estilo. Es la mano de Eder Díaz, un pescador, antiguo cazador y traficante ilegal de cocodrilos que ahora es un experto conservacionista de la especie.

Junto a otros 20 excazadores conforman Asocaimán, una asociación que lleva 20 años recuperando el caimán aguja y su habitad natural en la bahía de Cispatá. Ellos, que otrora tuvieron a esta especie al borde de la extinción, ahora son sus protectores.

Clara, Lascario y Nelson

“Están locos”, “no va a funcionar”, “es muy peligroso”, “es gente muy, muy mala”. Frases como estas eran el único feedback que recibían hace 20 años los biólogos Clara Sierra y Giovanni Ulloa cuando explicaban su idea de salvar el caimán aguja con la ayuda de los mismos cazadores. El plan sonaba perturbado dado que estos caimaneros eran personajes marginales, oscuros forajidos perseguidos por la ley que se relacionaban con traficantes de pieles. Sin embargo, en lo profundo también era una brillante idea. Estos hombres expertos persiguiendo la especie conocían las aguas dormidas del manglar de día y de noche como la palma de su mano. Sabían cuáles eran los lugares predilectos del caimán para anidar, la forma de hacer los nidos, las épocas de apareamiento.

Eran maestros persiguiendo y atrapando los cocodrilos bajo el agua, transportando los huevos sin desprenderles el embrión (la única forma en que los traficantes de las curtiembres se los compraban), en

fin, todo un caudal de conocimiento construido por años que difícilmente los científicos iban a poder replicar en corto tiempo. El problema era lograr convencerlos.

La historia de cómo fue que estos corsarios llegaron a convertirse en laboriosos custodios del caimán es larga y daría como para una película. Una cinta con un comienzo lleno de suspenso y miedo, luego a mucha acción y aventura, y finalmente un desenlace cargado de afecto, compasión y esperanza. La clave para lograr esta transformación, afirma la bióloga Clara Sierra, fue “demostrarles que los científicos creíamos totalmente en sus capacidades y sus conocimientos. Contrarío al resto del mundo que los consideraba unos delincuentes, nosotros pensábamos de ellos como grandes expertos, que sin ellos nosotros no lograríamos salvar la especie. Creer en su conocimiento y en su destreza fue el elemento que hizo la magia”.

Hace 20 años se calculaba que no quedaban más de cien ejemplares de Crocodylus acutus en la Bahía de Cispatá. Los últimos censos y monitoreos indican que en la actualidad hay aproximadamente dos mil cocodrilos desarrollándose libremente. Los responsables de esta recuperación de la especie son humildes pescadores que de cazadores se transformaron en curtidos conservacionistas

Asociación Comunitaria para la Conservación del Caimán Aguja y su Hábitat Natural

Salen a hacer censos y monitoreos de los ejemplares silvestres en la bahía con sus GPS, sus mapas, sus tablas de pesos y medidas. Utilizan herramientas de medición de la calidad del hábitat (recolección de información biofísica del área con estándares científicos), elaboran y ubican nidos artificiales, recolectan y transportan huevos, llevan a cabo procesos de incubaciónn controlada, manejan neonatos y juveniles ex-situ en la Estación de Conservación y son expertos realizando procesos de liberación y seguimiento. Se desenvuelvenbien con toma de temperaturas, nombres científicos de todas las formas de vida del lugar, también han aprendido algo de química y fisiología animal y la mayoría ni siquiera terminó la primaria. A lo sumo hay 2 bachilleres. Son 21, son expertos navegantes, buzos, excasadores de cocodrilos que vivían fuera de la legalidad y ahora son conservacionistas que gozan de respeto y reconocimiento en su comunidad. Aman y no están dispuestos a cambiar esa nueva vida que les da la Asociación Comunitaria para la Conservación del Caimán Aguja y su Hábitat Natural en la Bahía de Cispatá, Asocaimán.

Esta es una de las 30 experiencias ganadoras del concurso A Ciencia Cierta: Desarrollo local para transformar realidades, 2020.

Fotos y textos de Delio Aparicio, Delio es periodista y fotógrafo documental. La pregunta que guía su actividad es cómo lograr mensajes actuales y atractivos orientados a la educación, el cambio cultural o social.