Arrieros seremos: Aquitania ancestral
Por: Andrés Raigosa
Para quienes no lo saben, este lugar es la puerta y el punto de contacto entre varios departamentos del país como Boyacá, Caldas, Cundinamarca, Antioquia y, a lo lejos, los santanderes.
Estamos hablando de un enclave y por ello tiene una de las cualidades territoriales más importantes de una comunidad: es un cruce de caminos. Un alto de montaña al que se llega por la autopista Medellín-Bogotá, pasando por San Luis; es parte del municipio de San Francisco, al que llegas cuando estás bajando al cañón del Río Claro.
También es un mirador estratégico a las cordilleras y a los valles. Desde allí se asoman el Río Magdalena brillando en el horizonte al amanecer y, al mismo tiempo, las densas y cargadas nubes que se pasan por los páramos de Sonsón. Tienes una mirada 360 grados a las verdes colinas y los extensos valles.
“De noche se puede ver el reflejo de la luz de Bogotá y el aeropuerto de Rionegro, si tienen suerte. Y de día los picos de Belmira a lo lejos lejos, las amplias llanuras de los páramos y hasta las formas de la cordillera occidental detrás del Río Magdalena”, dice Eliécer López, campesino líder del sector que explica el paisaje con habilidad cartográfica, mientras sus compañeras de la acción comunal no dan crédito al mapa artesanal que describe la generosa extensión del corregimiento.
Pero la verdad es que una vez subes al mirador de El Tabor, a unos cuantos metros de la plaza principal, solo puedes ver montañas de todos los tamaños, verdes, bosques y escuchar historias de trochas y caminos de arrieros por donde pasaron los colonizadores de Caldas y el Magdalena que llevaban, además de comida; animales, personas enfermas, “bestias” y mucho afán de conquistas.
Mirador al pasado (y al futuro)
Pero el mirador tiene pasado. Fue una sede estratégica de guerrillas, refugio de las autodefensas y sede de tropas militares. En la cima del cerro se puede reconocer el viejo helipuerto comido por la maleza y las trincheras que sirvieron de cuartel a todos los grupos armados con sus corredores. Los rayones en los muros del viejo tanque cuentan historias de ansiedad y los líderes sociales aún recuerdan ataques, zumbidos de aviones fantasma, bombardeos y señalan los sitios donde la tragedia se asentó y estalló.
“Arrieros somos: caminantes, andariegos. Campesinos al 100 %. Somos la extensión rural de San Francisco y hemos identificado que las nuevas formas de turismo científico traen desarrollo a nuestro territorio. Tenemos la riqueza y las reservas necesarias en estas tierras. Existe una belleza oculta y vale la pena caminarla. Estamos organizados y dispuestos a que vengan a descubrir lo que tiene este territorio: que nos ayuden a identificar, clasificar y documentar especies de fauna y flora que son únicas. Ya científicos han trabajado con variedades de plantas en estos ríos que no habían sido documentadas… imaginen lo que queda por descubrir”. Dice Tubal Melik Soto, presidente de Asocomunal y quien lleva 16 años recorriendo las trochas de la región.
Ser arriero campesino es sinónimo de ser curioso, fuerte, explorador, aunque hoy son un recuerdo que a veces cobra vida cuando por las calles del pueblo aparecen caravanas de mulas cargando maderas o víveres a un paso marcial.
Múltiples veces desplazado del pueblo, Tubal es lo que llaman un “sintocayo”. Todo porque al cura le dio por cambiarle el nombre el día del bautizo. Se siente orgulloso de haber nacido en Aquitania y hoy tiene motivos para celebrar.
Además de ser un hábil caminante de las rutas ancestrales de la región, es un cartógrafo aficionado. Ha pintado en compañía de amigos y vecinos un mapa de la zona donde relaciona meticulosamente las veredas, pueblos, cadenas montañosas, valles y caminos que se extienden por 52 mil hectáreas llenas de bosques inexplorados, ríos cristalinos, reservas naturales y corredores de arrieros que datan del siglo XVIII.
Fue una dura tarea: Tubal tuvo la delicadeza de incluir una rosa de los vientos para aclarar los puntos cardinales y uso claves de color para demarcar los caminos. Un trabajo hecho en comunidad a full color y soportado por la experiencia de un colectivo amplio de caminantes de todas las edades y que prepararon para un evento público en la cancha central.
“Estamos seguros de que recuperar nuestros caminos ancestrales nos llevará a activar el turismo científico.También podremos atraer amantes de los deportes de aventura que quieran recorrer el camino de sus ancestros”, dice Tubal quien (siempre) insiste que este proyecto es un ejercicio de resistencia y un ejemplo de organización social.
El turismo es una entrada y una salida. La oportunidad para poner en el mapa y resignificar el territorio. Una puerta para trabajar desde el turismo biocultural como dice Nelly Cuartas, experta en turismo comunitario del SENA y quien cree que la historia de la región es el eje de actividades sostenibles y de exploración.
Nelly es la madrina de este territorio y cree que es el momento de activar la fuerza de la gente para mirar otros futuros.
Los japoneses creen en la técnica del Kintsugi: exponer las heridas y trabajar desde ellas para configurar objetos hermosos. Esto lo hacen pegando con oro las partes de jarrones rotos y volviendo a armar el objeto. Aquitania no quiere olvidar: quiere construir desde su pasado y armar proyectos que la expongan al mundo desde sus caminos ancestrales.
Poema a la tradición de Ana Ligia Higinio
Ana Ligia Higino es poeta y partera (lo que en cierto modo es lo mismo). Hoy está contenta porque su corregimiento recibe un impulso de parte del programa A Ciencia Cierta del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación. Una oportunidad para ponerse en el mapa.
En la entrega del reconocimiento del Ministerio Ana Ligia declamó un himno. Todos en el pueblo escucharon y callaron. Aplaudieron. Y vitorearon.
El poema de tradición empezó con imágenes de fríjoles y mazamorras. Gente yendo a misas y cosechas abundantes… luego arengó para volver a la tierra a trabajar y a usar plantas ancestrales para sanar y al terminar lanzó un queja al aire: “a los que tienen poder, un mensaje quiero dar: dejemos que en el campo se respire libertad”.
“El conflicto nos arrebató cinco veredas. La falta de oportunidades también generó nuevos desplazamientos. El turismo puede ayudarnos a permanecer en el territorio y a dejar atrás esas historias de terror”, contó después la poeta.
Ana Ligia Higino es poeta y partera (lo que en cierto modo es lo mismo). Hoy está contenta porque su corregimiento recibe un impulso de parte del programa A Ciencia Cierta del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación. Una oportunidad para ponerse en el mapa.
En la entrega del reconocimiento del Ministerio Ana Ligia declamó un himno. Todos en el pueblo escucharon y callaron. Aplaudieron. Y vitorearon.
El poema de tradición empezó con imágenes de fríjoles y mazamorras. Gente yendo a misas y cosechas abundantes… luego arengó para volver a la tierra a trabajar y a usar plantas ancestrales para sanar y al terminar lanzó un queja al aire: “a los que tienen poder, un mensaje quiero dar: dejemos que en el campo se respire libertad”.
“El conflicto nos arrebató cinco veredas. La falta de oportunidades también generó nuevos desplazamientos. El turismo puede ayudarnos a permanecer en el territorio y a dejar atrás esas historias de terror”, contó después la poeta.
La Ciencia es otra manera de transformarnos
Con 10 mil hectáreas de bosques, los 57 líderes comunitarios de Aquitania tienen detectadas rutas ancestrales que conectan todo este territorio: San Francisco con San Luis, Sonsón, Belmira y San Diego (Caldas), Argelia y La Danta. En ellas, afirman, especies increíbles viven en sus ríos y una variedad de aves y mamíferos la hacen “biodiversa”.
La vía que conduce a San Francisco desde Aquitania es un sendero ancestral usado por los antiguos arrieros y donde pueden verse segmentos de ruta que tienen hasta 10 metros de alto debido a su antigüedad.
La idea es que recuperen el camino ancestral que nos trae desde San Francisco a Aquitania. 22 kilómetros de senderos retadores que los conectarán de nuevo con el casco urbano. El proyecto de Minciencias les entregará un plante para que puedan señalizarlos, dotarlos de espacios de descanso y observación de aves, cámaras sensibles al movimiento y sobretodo adecuarlos para los nuevos andares de exploradores y nuevas y nuevos arrieros.
En Palabras de Martha Luz Eli Gómez, presidenta de la Junta de Acción Comunal de la vereda El Jardín (a dos horas de Aquitania) “estos caminos de los abuelos nos enseñaron la vida. Nos conectan también hoy y nos pueden traer prosperidad que necesitamos en estas tierras. Hace siete años estamos hablando de cómo el turismo nos puede ayudar y hoy se nos vuelve realidad este sueño”.
El turismo científico no es un mito. Esta comunidad puede atraer a muchos exploradores que quieran sumergirse en una de las zonas rurales más inexploradas del país y que hoy ofrece muchos caminos (literalmente) para conectarse con el mundo.
La ciencia no tiene como objetivo curarnos del misterio sino revitalizarlo, avivarlo con preguntas e imaginación. Tampoco pretende llevar la verdad a los excluidos o los ignorados. La pregunta que nos trae es sobre el conocimiento. Ponerlo en el centro de las conversaciones porque no es un dogma cerrado. Esta es una poderosa herramienta de transformación social: es una construcción de Aquitania a partir de sus propios lenguajes, su historia y sus costumbres.
Y Aquitania construye sobre un pasado que no oculta, en un presente colectivo, comunitario y apoyándose en la ancestralidad de sus caminos y los saberes que juntos apropiaron.
Al final (y al principio) siempre estará la poesía y por eso Ana Ligia regala poemas y los da a luz porque “a pesar de todo lo que nos pasó es posible reconstruir”.
Esta comunidad, como todas las comunidades afectadas por el conflicto armado, esperan apoyo del país para poder construir un futuro de paz.
Esta crónica fue escrita por Andrés Raigosa, Líder de la estrategia de divulgación científica Todo Es Ciencia. Los videos, audios y fotografías fueron tomadas por el autor.